CALIBANISMO (Andres Caicedo) 1971
Hay varias maneras de comerse a una persona. Empezando
porque debe ser diferente comerse a una mujer que comerse a un hombre. Yo he
visto comer hombres, pero no mujeres. No sé si me gustaría ver comer a una
mujer alguna vez. Debe ser muy diferente. Lo que yo por mi parte conozco, son
tres maneras de comerse a un hombre. Se puede partir en seis pedazos a la
persona: cabeza, manos y pies. Sé que hay personas que parten a la persona en
ocho pedazos, ya que les gusta sacar también las rodillas, el hueco redondo de
las rodillas, recubierto con la única porción de carne roja que tiene el ser
humano. La otra forma que conozco es comerse a la persona entera, así no más, a
mordiscos lentos, comer un día hasta hartarse y meter el cuerpo al refrigerador
y sacarlo el otro día para el desayuno, así. Como comerse un mango a mordiscos.
Porque yo puedo decir que a mí antes me gustaba muchísimo el mango verde, y
después vino esa moda de partir el mango en pedacitos y fue apenas hace como
una semana que me vine a dar cuenta que los mangos verdes me habían venido a
gustar menos y supe también que era porque me los comía partidos, así que seguí
comprándolos enteros, comiéndolos a mordiscos, y me han vuelto a gustar casi
tanto como cuando estaba chiquito. Eso mismo debe pasar con los cuerpos. La
persona que ya lleva siglos comiéndolos tiene que darse las maneras de variar
el plato para no aburrirse, porque si no como hacen.
Yo no sé si ustedes leyeron la otra vez en la prensa que
habían encontrado el cuerpo de un coronel retirado, metido en una chuspa de
papel y amarrado con cabuya, lo que dijeron fue que lo habían encontrado por el
Club Campestre, y que había expectación por el extraño estado en que se había
hallado el cuerpo. Era un coronel Rodríguez, un tipo ni flaco ni gordo, de
bigotito, y con una chucha que arrasaba. Claro que los periódicos nunca dijeron
en qué consistía ese “extraño estado en que se había hallado el cuerpo”, pero
como yo estoy al tanto de las cosas yo sé que el cuerpo ese lo que estaba era
todo mordido, no se lo acabaron de comer todo porque mi Coronel ya tenía 52,
allí fue cuando se dieron cuenta que no había como la carne de gente joven,
fresca.
Los ojos, por ejemplo, que dizque son lo más exquisito,
dicen que cuando la persona pasa de los 35, se endurecen y se agrían, ya no vale
la pena comerlos.
He visto comerse a una persona de muchas maneras, pero lo
que no he visto nunca es comerse a una persona viva. A la gente que le gusta
comer gente parece que le gusta más comerse a la gente viva, según lo que me
han explicado, la carne sabe mucho mejor y eso de que la sangre corra a toda
que dizque le da mucho atractivo a la cosa, lo que pasa es que comerse a alguien
vivo es naturalmente bastante complicado, de vez en cuando hace que se
necesiten cuerdas y clavos y otros elementos, y si los que comen no son más de
dos personas, una joven y la otra vieja, hacer tanta violencia se vuelve
bastante dificultoso, así que se contentan con comerse a la persona muerta,
claro que no hace mucho tiempo, no, recién muerta, y como el alma aunque haya
mucha gente que no lo crea siempre le da muchísimo más sabor al cuerpo, pues
cuando el alma abandona el cuerpo el cuerpo queda con menos sabor, y la persona
que come no se soda tanto como si se estuviera comiendo a una persona viva,
pero se contenta, come silenciosamente y se contenta porque de todos modos está
llenando la barriga, y puede que hasta piensa en el día que amanezcan de buenas
y tenga oportunidad de comerse a alguien vivo, ese día será un gran día y puede
que esté cerca, y la persona que come se alegra pensando en eso.
Yo por mi parte hace ya como dos años /¿o más de dos
años?/ que estoy viendo comer gente mínimo una vez por semana, y déjenme que
les cuente lo que yo siento, bueno, claro que al principio se me descomponía el
estómago y ondas así, pero ahora todo eso se me ha endurecido, fíjense, claro
que no es que me guste ver como se comen a la gente, sólo que uno ya soporta
eso mejor, cuando ya se vuelve cosa de cada sábado uno ya ha clasificado ese
hecho entre lo que se hace todas las semanas, entre lo que sería bueno no
seguir haciendo pero va a tocar seguir haciendo hasta que se muera uno, hasta
que se muera uno Dios sólo sabe cómo, pero ahora ni modo, nos tocó mano,
resultó que nosotros salimos escogidos.
Por qué mejor no me dejan que piense en otra cosa. En
películas, por ejemplo. No, no me gusta hablar de películas, yo tuve un tiempo
en que me la pasaba todo el tiempo hablando de películas, veía a una persona,
saludaba un amigo y allí mismo le preguntaba si había visto tal película, que
si fue al teatro que si le gustó la onda, y ya la gente me estaba era poniendo
apodos, peliculero. Teatrero, cosas así, apodos que no tenían nada que ver
conmigo y que la gente también sabía que no tenían nada que ver conmigo, pero
me los ponían para distinguirme, para que la gente estuviera avisada que si yo
me les acercaba que salieran de mí lo más rápido posible, que me desligaran de
una, porque con el Peliculero no se podía hablar, el Teatrero no habla otra
cosa sino de cine, y si había una pelada que me gustaba a mí y ella salía
corriendo sin siquiera conocerme, porque a la gente de por acá ya no les gusta
que uno les hable de cine, yo no sé por qué si se ven mínimo dos películas a la
semana, yo no sé, van al cine como locos pero no les gusta que uno les hable de
cine. Yo he conocido poquita gente a la que les gusta que uno les hable de
cine. La otra vez conocí a Enrique, uno que le dicen El Lobo Feroz, que hasta
por cierto estaba medio loco porque una novia que tuvo le salió vampiro o algo
así, y Enrique había quedado con la teja corrida de la impresión, y de un
momento a otro le dio por hablar de cine, por hablar no, porque le hablaran
mejor dicho, hasta se consiguió el teléfono de mi casa y me estaba llamando
para que conversáramos de cine, si me invitó como dos veces al Isaacs póngase a
ver, pero yo me lo tuve que desligar porque el tipo me cayó bien y a mí no me
gusta andar de a mucho con los tipos que me caen bien, no sea que los enrede
bien feo con estas amistades peligrosas con las que yo ando. Pero con Enrique
me pude echar mis buenas parladas, parlamos del man Corman, de lo que hizo
CormanconPoe, de eso que fue como un contrato al que Poe accedió porque no
había modo de hacerlo de otra manera. Esas películas que Roger Corman hizo con
algunos de los cuentos de Edgar Allan Poe. Esas películas que no tienen nada
que ver con Poe, pero que perduran allí y si uno se las repite por quinta vez
pues dice por quinta vez que son una belleza, y ahora me acuerdo cuando yo
estaba chiquito y que vi el corto de “Los destinos fatales”, me acuerdo que lo
dieron en el Cervantes cuando todavía no existía el Cervantes y era un corto de
colores y de sangre y de pronto aparecía la cara de Vincent Price y en la otra
vista una calvera del tamaño de la cara de Vincent Price llenaba la pantalla, y
después era lo mismo con la cara de Peter Lorrey Debra Pager (sic) subiendo las
escaleras en “Morella”, esa imagen morada y negra, con esa cara que no podía
ser otra cosa sino la maldad pura, la maldad pura con forma de mujer subiendo
una escaleras mientras la otra Debra Pager la espera arriba, arriba toda pureza
toda belleza y toda candor esperando a su madre que es la maldad pura, y yo
apuesto que si Poe ve esta película ahora salta de alegría y se retuerce y
llora pasito, sin que nadie se dé cuenta, sin que nadie pueda presenciar sus
saltos de alegrías ni sus lloradas pasiticas; cómo hubiera escrito Poe si hubiera
conocido el cine, eso es lo que me pregunto yo, qué cosas hubiera escrito,
digo, después de la entrada a una sala a la que después de una señal se le
apagan las luces y entonces uno entra en ese sueño, en ese viaje colectivo de
búsqueda de recuerdos que es el cine, qué es eso de que ya nadie habla, qué es
eso de que si alguien habla todo el mundo dicho chito y si la persona no
obedece el chito pues todo el mundo se le va encima y si al otro día la policía
viene e investiga y el administrador del teatro le explica cómo fue la cosa, el
policía entiende y no se puede llevar a nadie a la cárcel, pero por qué si al
tipo ese se le fueron encima porque no se quiso callar después de que le
dijeron chito, le dijeron chito porque la gente quería seguir viendo a Vincent
Price convertirse primero en cera, después en cartón y después en vómito. Puro
y simple vómito. El Sr. Valdemar se convirtió en vómito después de haber estado
años deteniendo a la muerte, a la muerte que al final tiene que triunfar. “Una
masa casi líquida de repugnante podredumbre”. Escribió Poe. Pero Corman lo
volvió vómito, y fue la primera película en la historia del cine en donde un
ser humano se vuelve vómito, vómito que no tiene nada que ver con Poe, ni
además ese tecnicolor, que tampoco tiene nada que ver con Poe, pero Corman lo
hizo, puso el nombre de Poe en más de siete películas, y la American
International se encargó de pasearlas por debajo de cuerda por todos los cines
del mundo y cuando ya Poe no le dé más a Corman pues Corman se olvida de Poe y
no ha pasado nada, es bueno volver a leerlo pero nada más, ya mi trabajo con
usted quedó concluido y todo el mundo muy contento. Claro que después viene
otro hombre y por allí pasa algunas noches en vela después de haber leído
ciertos cuentos y entonces empieza a tramitar derechos de adaptación, entonces
tendremos el gusto de ver nuevas cosas de Poe en la pantalla, en nuestros
sueños, y tendremos el gusto de verlas cuantas veces podamos y ojalá que no
cobren $ 8,80 por entrar a verlas, y si por si acaso yo viajo al Asturias y
afuera hay como dos hembras que están esperando quien las entre al cine, si
hacen todo lo que uno quiera con tal de que las entren al cine, pues entonces
yo escojo la más chévere y me la entro, y cuando estemos sentados en las primeras
filas y ella me empieza a meter los dedos en la bragueta, si yo puedo le cuento
cosas, le hablo un poquito de Edgar para que ella coja más la onda, y así y
todo vemos la nueva adaptación que hace Fellini y Robert Wise, eso no se sabe.
Cualquier persona. Cualquier persona puede hacerlo. El cine no es sino problema
de tener cojones.
Esto fue lo que yo hablé con El Lobo Feroz antes de que
no volviera a verlo. La última vez que me lo encontré andaba con un sombrero
blanco de tejano, y me vio pero no me saludó ni nada. Yo creo que ya está loco.
Mucha gente se está enloqueciendo en estos días aquí en esta ciudad. Lo que
pasa es que estamos pasando días difíciles, eso es lo que yo le digo a la gente
apenas puedo. Pero que no se pongan muy moscas que las cosas tienen que
cambiar, eso es lo que les digo mano, que las cosas cambian.
Ya que estaba hablando de cierta onda de cine y que por
allí mencioné el Asturias déjenme que les cuente de María, la pelada esa que yo
conocí cuando estaba en cuarto de bachillerato y tenía catorce años y estudiaba
en el San Luis pero todavía no conocía a Antífona. María tenía como 13 años,
los senos como dos limoncitos y la cara sucia de carbón, de banano, de huevo
duro, de barro, de cualquier cosa. Acerca de esto yo conversaba con María
después de las películas y le decía ¿María tú te has mirado alguna vez en un
espejo cierto? Y ella me decía que sí, que se había mirado en un espejo.
Entonces yo le decía María y también has visto que te mantenés con la cara
sucia siempre, ¿sí o no María? Y ella me decía sí me he dado cuenta que me
mantengo con la cara sucia, ni que uno fuera qué, pero es que entonces cómo
hace uno pa que no le peguen, me decía María, si a uno lo ven con la cara sucia
ninguno de esos señores le pegan a uno. Entonces ¿qué les hacen? Le preguntaba
yo después, y María me contestaba: nos dan una limosna, eso es mejor que
pegarle a uno.
Pero después, me decía María, cuando ya uno esté vieja y
no le inspire nada a nadie, inclusive cuando ya deje uno de ser niña, las cosas
van a cambiar, de eso estoy seguro mano, ya no va a valer de nada andar con
cara sucia. Le van a pegar a uno de todos modos. En una época que se nos está
viniendo encima.
La primera vez que yo fui al Asturias conocí a María. Miacuerdo
que fue una vez que me volé de clase de Anatomía y por allí derecho miacuerdo
del viejo Pegaso que daba clase de anatomía, el Pegaso gordo, cabeziblanco,
viejo, y esa misma tarde María mirándome al lado de la taquilla del Asturias y
cuando compro la boleta la hembra con esos senos como limoncitos se me acerca y
me dicen ¿papito entramos? A mí por esa época era primera vez que me decían
papito, mano, y claro que oigo eso y miro para todos lados pero sin dejar de
mirar esos senos como limoncitos y le digo sí claro cómo no entremos y ella me
dice entramos ¿sí? Y yo le digo si claro cómo no entremos y ella me mira a los
ojos y me dice bueno y mirándome como bien abajo, como por la barriga o más
abajo creo yo, me dice bueno, entremos y yo le digo sí claro cómo no entremos.
Bueno, ¿y la boleta? Me dice ella. Ah claro cómo no la boleta.
Y voy y compro otra boleta y entro con María a ver “¡Viva
María!” y la segunda de James Bond.
María era una niña de ojos pequeños y cejas muy arriba de
los ojos, y la primera película que vio fue “Retaguardia” que la vio cuando
tenía dos años. Cuando entró conmigo por primera vez nos hicimos en la segunda
fila en el lado izquierdo, con ella fue que yo aprendí que el cine se tiene que
ver de bien cerquita y desde el lado izquierdo. Cuando entramos estaban en los
cortos, esa tanda de cortos que dan en el Asturias: todas las películas que van
a dar en la semana. Dan de a dos películas diarias de lunes a viernes y un solo
doble sábados y domingos, y no hay que olvidarse que los domingos hay matinal
por la mañana, o sea que si uno va un lunes pues le tiran 12 cortos. Y cómo le
gustaban los cortos a María, me dijo papito qué quiere que hagamos cuando
estaban dando el corto de “Prófugo de su pasado” y yo le digo no sé mamita
usted verá, como por tirar conocimiento y tal, y ella se me recostó en el
hombro como con qué delicia y me dijo papito tan lindo y yo le volví a decir
mamita pero a lo mejor ella ni me oiría porque estaba bien apretada a mí y
bajándome una mano por la barriga y sintiendo bien cómo la barriga se le
llenaba de montañitas, qué rico papito, decía ella cuando tocaba mis
montañitas, ¿venimos el miércoles a ver “Prófugo de su pasado”? Me preguntó, y
yo le dije claro mamita venimos, claro que iba a venir, claro que lo del examen
de geometría lo arreglaba de cualquier manera, yo no sé, pero el miércoles
venía a verme acá con ella, no todo el mundo tiene la suerte de aprender todas
las cosas importantes de la vida al lado de una pelada que le explica a uno
mientras uno ve cine de lo más fresco, díganme que más se puede pedir. Tener
una pelada al lado mientras se ve cine. No hay nada mejor, eso es lo único.
Con María vi “Prófugo de su pasado”, vi “La última
carreta”, “El jardín del mal”, “Pistoleros al atardecer”, “Pasto de sangre”,
“Motín a bordo”, “Cantando en la lluvia”, “Río Bravo”, “El infierno es para los
héroes”, “Obsesión de venganza”, “El gran vals”, “Sangre y arena”, “Demetrio el
gladiador”, “El cazador de la frontera”, todas esas cosas que ya no se ven más,
y ahora, cuando me despierto, cuando abro los ojos y soy consciente de que otro
día empieza con Antífona, yo me quedo como dos horas acordándome de todo lo que
vi en esos tiempos, y si se me para por Lee Remick y si esa angustia se me
deposita en el esternón desde temprano y no me deja hasta que se acabe el día,
esa angustia me jode es por Richard Widmark todo jodido y viejo, y yo viéndolo
desde acá, desde la oscuridad eterna al lado de María que agacha la cabeza
bastante y me lambe el ombligo y me dice qué siente papito y yo le digo muchas
cosas María siento muchas cosas, y cuando la película se acababa ella me
apretaba la mano y me hacía prometer que nunca la iba a olvidar, que si algún
día yo dejaba de venir ella me iba a esperar a la puerta del Asturias hasta
cuando yo viniera y que si dejaba de ir dos días ella me esperaba al otro día,
hasta que yo viniera porque tenía que venir, yo tenía que ir y saludarla y
comprarle la boleta y si yo no tenía plata ella conseguiría papito, para que
los dos entráramos al cine, para que conversáramos sobre Liz Taylor y sobre Ava
Gardner, tiene la boca igualitica a la de María ahora que miacuerdo.
María ahora debe tener 15 años. Yo no le he preguntado a
nadie de los que van al Asturias, pero sé que todavía debe estar allá. Claro
que ya no me espera. Claro que ya se ha dado cuenta que yo no voy a volver,
claro. Pero ni más tonta que fuera, ella no deja de ver cine. Hace diez años
que va y se para todos los días al lado de la taquilla del Asturias, allí de
bien cerca para que uno pueda verla apenas compra la boleta ¿cómo estará ahora
tendrá la cara sucia? Yo no sé. Yo sólo sé que todavía está diciendo ¿papito
entramos? Y sé también que todavía la entran. Y que es feliz, aunque yo no haya
vuelto por ella. Ella es feliz viendo cine y va a durar siglos con esa
felicidad mano, quién no.
Ahora cuando yo me despierto y me baño y desayuno y he
visto y salgo por allí a andar, a encontrarme con la gente, cuando recorro la
Sexta una y otra vez buscando gente y después paso al Colombo, al
Conservatorio, al Berchmans, a todos esos sitios, subo al Club Campestre si
alguien me invita y me quedo por allá un sábado completo o si es día de semana
me voy a las dos y media al San Luis a esperar a que salga la gente y para que
me hablen del colegio, de que van perdiendo materias, del último profesor que
resultó cacorro, de todo eso, y ahora que mis días han cambiado, han cogido
nuevos rumbos, ahora que yo pertenezco únicamente a una persona y para ella es
que están mis días, pero aun así hay momentos en los que miacuerdo de todo eso,
de lo que hacíamos ¿se acuerdan? De cuando fuimos a la finca de Miguel Angel
hace tres años y los tres días que pasamos con Florencia, con Martica, de
cuando salíamos bien temprano al Río y si uno ya tenía novia pues llevaba a la
novia en ancas y hacía correr el caballo para que ella chillara y se asustara y
se prendiera de uno duro, sentir las manos de ella así de suaves en la barriga
de uno. Y después la llegada al Río, la desvestida, las mujeres debajo del
chiminango, los hombres en el potrero del otro lado. Y no se bañara en el
Charco si el Charco estaba vacío y si había gente pues tocaba buscar otro
charco porque uno nunca fue como los de San Fernando, Marquetalia y tal, que si
no encontraban el Charco vacío se agarraban por el Charco, si les contara que
por ondas así hubo varios muertos. Hace como quince días me fui solo una
mañana, fui a coger el bus a Santa Rosa y en el bus me encontré con Corredor
que no iba para el Charco sino pal Puente, y que venía todo torcido, y me bajé
en el Asombro caminé solo hasta el Charco y en la mitad del camino me quité la
camisa y hacía tiempos que no me quemaba y era bueno el sol. Pero ya no queda
ni el untado de lo que era el Charco. Claro que la gente se sigue bañando y
todavía le dicen Charco, pero ya la corriente cogió por otro lado o es que el
Pance se está secando, yo creo que es más bien eso. Ya uno no puede clavar del
barranco ni bucear por debajo de las rocas. El agua a duras penas le llega al
ombligo. Cuando yo fui había unos pelados de por las fincas de por allí, tal vez
del Berchmans, que jugaban fútbol y después del primer tiempo se venían y se
bañaban en lo que queda del Charco.
Miren yo les mentí cuando les dije que había visto comer
gente todas las semanas. Miren, es mentira. Sólo he visto comer a una persona,
el 6 de febrero de 1970. Me tocó verla porque la cosa fue de afán. Se la
comieron a mordiscos. Era Alberto Ruiz, el muchacho ese que iba tanto a
fiestas. Ese que un día se dio bala con unos policías en el Estanco en una
borrachera y no lo mataron. Yo sólo he visto comer a ese, a ninguno más. Ahora
sí no les estoy mintiendo. Mentir no es bueno.
Omg me encanto, una obra extremadamente fascinante, piquitos!
ResponderEliminarbuenarda
ResponderEliminaresto es demasiado gay
ResponderEliminar.....
ResponderEliminar,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,
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